miércoles, 9 de noviembre de 2022

Concierto de pajarracos malditos


Se formaron del polvo y el polvo los empoderó. Escarabajos negros y verdes cubrieron con las alas sus delicadas vestiduras, cuerpos, ojos rojos y narices agripadas. Se envolvieron bajo cálidas sábanas verdes que les proporcionaron además de bayonetas personalidades blindadas e intachables. Ganaron cuantas competencias quisieron; se burlaron de los enanos de casa y les pintaron de cuatro en cuatro pajaritos y estrellas en el aire.

Los levantó el gigante de color; el monje, el papa, el santo de todos los santos; él que por dentro era más negro que su color. Los sostuvo el rubio que atemorizó a los salta muros y creyó dominar el mundo, sin embargo los comenzó a vomitar el nuevo jinete empoderado durante la época coronaria. 

Barrieron la casa de esquina a esquina, arrancaron las plantas que llevaban fruto y plantaron la maleza por doquier. Los tres jinetes más el cuarto que en silencio como de costumbre mata, tortura y desaparece desde árboles frondosos hasta pequeñas plantitas llenas de vida y mucho pero mucho fruto que dar. Mataron inclusive la fe, la esperanza y los sueños. No dejaron nada para los comunes y corrientes; se volvieron amos y dueños de todo.


Gritaron las piedras, las banderas, las máscaras, los cañones y los asesinatos a falta de gallos que transmitieran a través de sus ventanas el dolor, la persecución, las violaciones; el río de sangre desatado por aquel remolino de polvo blanco esparcido como virus de manera más orquestado que la filarmónica de París. Se instaló el sielencio del mar en tiempo de calma. La noche mas larga de la historia.


Dominaron desde la cúspide hasta los lugares más bajos. Arriba los grandes y abajo los pequeños engrandecidos a causa de favores y colaboración hacia los poderosos que trabajaban para el cuervo, el Faraón, el hombre, la fiera, el “intocable e omnipotente”, el sangre de cacique y mente maquiavélica, el dominador de todos los hilos como artista a marioneta. 


Subieron en todo como la leche hirviendo. Era un secreto a gritos; todos lo sabían más nadie por miedo lo decía. Era una bomba de tiempo y se llegaría el momento donde les explotaría en  la cara. Se hablaba del jinete de jinetes, del hombre, de turcos, árabes, paquistanís, pastores, sacerdotes, cardenales y sacristanes, aunque nadie creía de los últimos cuatro “santos”.


El remolino blanco produjo tanto dinero que además de comprar conciencias, compraba vidas “indebidas”. En aquel lugar devenido selva se confabularon todos; se hicieron los mejores amigos. Tanto que quienes en su momento fueran reyes decidieron elegir uno que los representara y protegiera, más este una vez rey les hizo devorarse entre ellos mismos comiéndose y despedazándose uno a uno sin piedad. Por las mañanas se barría con escoba de carnicero desde las orillas de las montañas hasta las plazas y parques de la ciudad. 


El rey se jactaba de dar batalla por los suyos, aunque claro estaba que competencia no quería.  Por ello los envió a todos en ave privada y sin visa al país del gran sueño quedando solo con los suyos como Alicia en el país de las maravillas. Sin embargo después de recibir invitado tras invitado en la gran nación se preparó un concierto para los desterrados, concierto que después sacudiría como palmera al jinete y sus cocos. Todos aquellos animales salvajes en determinada época de su vida, reducidos a la nada en tierra extraña comenzaron a dar el espectáculo más esperado en la historia del pueblo bananero. 


Motivados por la venganza o quizá la esperanza cantaron todos desde pajarracos verdes encopetados, hasta ratas chillonas. Lo que el rey traicionero les hizo le sería devuelto multiplicado por cien. Empezaron  a devorarlo muy lentamente por pedazos, le arrancaron sangre de su sangre, le robaron el sueño, años de vida, demacraron su rostro, lo hicieron temblar y desmoronarse junto a sus tres jinetes malvados que lo protegían por ser cómplices de sus barbaries. Como último gesto de rebeldía los ex servidores se volvieron contra el ex rey y cantaron las canciones más malditas, dolorosas y tenebrosas que hicieron temblar a los “indestructibles” allá en Bananolandia. 


Y así comenzó a derribarse el imperio de aquel rey soberbio, hipócrita y asesino. De la plaga más negra y dañina soportada por los nobles ciudadanos de aquel ex paraíso que caminaban muertos en vida. Por ello aunque las noticias venían de otros vientos y el mal seguía en casa todos reían con fe y esperanza al escuchar sobre las canciones que las ratas y pajarracos malditos entonaban  a través de las ventanas en el bosque. 


El mismo remolino de poder que los levantó los tumbó. Del polvo nacieron, con él se engrandecieron, a través de él se sostuvieron y a Bananolandia con él destruyeron. Pero los nubló y  los dominó llevándolos a convertirse en funambulistas. Sobre todo al rey con su coraza impenetrable por los súbditos de su mundo.


Los pajarracos y ratas obtuvieron venganza y seguramente vuelvan a ver cara a cara al cuervo que ellos crearon; a quien arrancó el sol de aquel cielo azul e instaló en cientos de hogares una noche que no pasara hasta el día que muchos cabecitas de algodón vuelvan a encontrarse con aquellos  que de diferentes maneras les arrebataron por el simple hecho de haber sido soñadores de justicia y libertad.


* Bananolandia: con ello yo hago referencia a Honduras que en su tiempo fue llamada república bananera por haber ocupado el primer lugar en ello (en su momento)

Por José Orlando Pineda

Paris, Francia 20 de marzo de 2021