23 de diciembre de 2025
Las celebraciones navideñas y los hechos históricos
Estoy preocupado porque llevo tiempo notando que las fechas de las festividades navideñas no coinciden con los datos históricos, por ejemplo, ¿en qué fecha nació Jesús?; en esto voy a seguir las indicaciones que hace el autor y estudioso de estos temas Antonio Piñero en su libro Ciudadano Jesús del año 2012, en el que se dice lo siguiente:
¿En qué fecha nació Jesús?
Según los evangelios de Mateo y Lucas Jesús nació en los días de Herodes el Grande, pero el segundo precisa que el Nazareno vio la luz justamente en el año en que el emperador Augusto había ordenado un censo universal cuando era gobernador de Siria un tal Quirino, Lc 2: 1-6. Por lo que sabemos a través del historiador Flavio Josefo, Quirino solo llegó a esa provincia hacia el año 6 o 7 de nuestra era, realizando entonces un censo. Por otro lado, la cronología de la historia antigua nos enseña que Herodes el Grande murió en el año 27 del Principado de César Augusto es decir el cuatro antes de Cristo. Si a estos 4 años antes de nuestra era añadimos 1 o 2, los que se dice que Jesús vivió en Belén antes de la matanza de los inocentes tenemos que Jesús nació en el año 6 o 5 antes de nuestra era.
……
¿Si Jesús nació el 5 o el 6 antes de Cristo tenemos un calendario equivocado?
Sí en 5 o 6 años. El causante fue un monje tracio residente en Roma, Dionisio el Exiguo quien por orden del papa Juan I, finales del siglo IV comienzos del V, estudiaba cronología con la intención de determinar con exactitud la fecha de la Pascua. En esas circunstancias pensó que habría que modificar la manera como los cristianos numeraban los años. Hasta el momento lo hacían a partir de la fecha de la Fundación de Roma o bien desde el inicio del Gobierno del emperador Diocleciano a partir del 284 hasta el 313. Pero tal sistema le parecía incorrecto ya que ese emperador había sido un pagano y un cruel perseguidor de la Iglesia. Decidió entonces cambiar el sistema tomando como año 1 la fecha de nacimiento de Jesús; por medio de estudios cronológicos comparativos el procedimiento usual y retrocediendo en el tiempo el Exiguo fijó la fecha del nacimiento de Jesús en los últimos días del año 753 de la Fundación de Roma. El 1 de enero del año 754 sería el primero de la era cristiana, Jesús tendría en ese momento 8 días, pero este fue su gran error de acuerdo con la cronología de Herodes el Grande que hemos mencionado anteriormente: este rey murió en el 750 desde la Fundación de Roma por tanto Jesús debió nacer en el 748 o 749 uno o dos años antes. De aquí los 5, 6 años de diferencia que duran hasta hoy
¿Fue esta fecha un error involuntario de Dionisio el Exiguo?
Hay estudiosos que opinan que no, que lo hizo conscientemente, por ejemplo, según el arqueólogo español Dimas Fernández Galiano Dionisio se movió por consideraciones teológicas sobre la simbología de los números para escoger voluntariamente el año 754 de la Fundación de Roma como año 1 de la era cristiana... A ésta luz el número 7 (00) +27 + 27 = 754 era mucho más significativo que el 748 o el 749 para designar ese cambio importantísimo en la historia del mundo: la venida o Encarnación del Salvador Jesús. Así que, probablemente, Dionisio tomó la decisión de hacer coincidir el nacimiento de Jesús con el número sagrado más cercano, el 754, al año correspondiente desde la Fundación de Roma, 5 o 6 años más tarde que la realidad. Por tanto, cuando se celebró el año 2000 era en realidad el 2005 o el 2006.
¿Nació Jesús el 25 de diciembre?
No es probable porque el Evangelio de Lucas (2: 8) implica que cuando nació Jesús los pastores guardaban sus rebaños al raso, algo improbable en diciembre. Dionisio el Exiguo aceptó como fecha de nacimiento de Jesús el 25 de diciembre fiándose de una tradición ya consolidada en su época. El monje ignoraba que tal fecha había sido establecida artificialmente por la Iglesia tan solo un par de siglos antes, de modo que el nacimiento de Cristo se superpusiera a la fiesta del Sol invicto (= renacimiento del sol). Así se obligaba a las gentes recién convertidas del paganismo a olvidarse del Dios pagano y a celebrar en ese día el nacimiento de Jesús…
¿Nació Jesús en Belén o en Nazaret?
Aunque Mateo y Lucas nos dicen que Jesús nació en Belén los otros dos evangelistas presuponen que su nacimiento ocurrió en Nazaret. Esta era una tradición bien asentada pues a Jesús jamás se le llamaba Jesús de Belén sino de Nazaret y este era el modo de expresar en la antigüedad el lugar de nacimiento. Jn 7:41 muestra que algunos del pueblo dudaban de que Jesús fuera el mesías precisamente porque no había nacido en Belén es más verosímil pensar que la verdad histórica se encuentra en la tradición representada por Juan y Marcos (Mc 6: 1-4 Jn 1: 46; 7: 41-42, 52; indirectamente [la patria de Jesús] Mt 13: 54-57 y Lc 4: 23-24) Jesús había nacido en Nazaret. Solo después cuando se creyó firmemente que Jesús era el mesías se compuso la historia de su nacimiento en Belén para hacerlo coincidir con las profecías y para que se cumplieran así las escrituras en especial Miqueas 5:1: “Más tu Belén Efratá aunque eres la menor entre las familias de Judá, de ti me ha de salir aquel que ha de dominar en Israel, y cuyos orígenes son de antigüedad, desde los días de antaño”.
A continuación, como contraste quiero recurrir a otro autor Luis Cencillo en su libro Opción humana y Textura bíblica del año 1998 que dice lo siguiente:
Actualmente hay quienes atacan la fe cristiana analizando filológicamente los textos escritos y tratando de ver disonancias entre unos evangelios y otros. Se da el caso de que algunos con lo que más se encarnizan es con lo artificioso de las genealogías de Jesús las cuales en absoluto pretenden ser históricas en sentido moderno si no emblemáticas.
La falsa comprensión de los evangelios como una biografía estricta que llevó a toda una corriente de teólogos del siglo XIX a investigar Das Leben Jesu (“La vida de Jesús”) como una verdadera biografía está hoy completamente superada lo mismo que las Cartas no son todas autógrafas, sino de discípulos o seudoepígrafos, como la segunda de Pedro, la de Santiago y la tercera de Juan.
En definitiva, lo que constituye el fundamento de la fe no son solo los hechos históricos a que se refieren los textos escritos si no lo que esos mismos textos narran según la intención de sus redactores que es el mensaje que contienen. No se trata de actas notariales de lo que sucedió, sino de mensajes; por ejemplo, las profundas y prolongadas reflexiones teológicas del cuarto Evangelio a veces escritas como un discurso de Jesús evidentemente no pudo pronunciar así, aunque las ideas puedan ser perfectamente las suyas mas no la forma ni las circunstancias.
Es conocido ya por todos que las parábolas o bastantes sentencias corrían fuera de su contexto histórico en forma de colecciones que los evangelistas las incluyeron en diferentes contextos, según le convenía a cada redactor para el estilo y tono docente y suasorio que quería dar a su Evangelio en el ambiente de una comunidad muy determinada, con problemas planteados entonces muy concretos, a los que se respondía con las parábolas y algunos discursos. Ningún evangelista se propuso escribir una “biografía de Jesús” para uso de cualquier sociedad, individuos y época, como haría actualmente un discípulo deseoso de propagar su doctrina. Suponer esto entonces es completamente anacrónico.
Lo que sí debe sorprender favorablemente es que obras escritas en ambientes tan sectoriales no disuenen nada cuando se han propagado y leído por todo el mundo y que sus mensajes sean actuales en cualquier sociedad después de 2000 años. La diferencia se ve cuando se examinan los Apócrifos o los discursos del Avesta de Zaratustra por ejemplo. Pero, sobre todo, la fe se sustenta de un modo más eficaz que en la letra de los textos, en la obra histórica viva del mensaje cristiano y en la eficacia de su presencia en la historia, aún a pesar de las enormes resistencias que aún los mismos creyentes y hasta los jefes de las comunidades le han venido oponiendo…
El hecho de que el último redactor de un evangelio no fuese “Juan” o “Mateo” en persona no debe en absoluto quitar autoridad a la tradición que representa pues no es la presencia directa del redactor en los acontecimientos que narra lo que da autoridad a sus textos, cosa muchas veces imposible, aunque lo hubiese escrito el mismo apóstol que da el nombre a la obra, sino la tradición o tradiciones genuinas y comunes a varias comunidades, en el tiempo y en el espacio, lo que cimenta con certeza la fe en la palabra y en la obra de Jesucristo. No se está dependiendo del testimonio de un solo discípulo, como sería el caso sino de varios a la vez. Y esto es más sólido todavía pues nuestro fundamento no es la filología, si no el “reino” vivo incoado en Jesús.
Observad al menos, según mi punto de vista, que Antonio Piñero es muy estricto en cuanto a delimitar lo que es histórico de lo que no lo es, y Cencillo sin embargo sostiene que no importa tanto que las narraciones de los textos bíblicos hagan referencia a hechos históricos o no, sino que lo interesante es el mensaje que se quiere dar en base a la elaboración narrativa que se plasma en dicho texto. Por eso dice que las genealogías no son históricas sino emblemáticas, o sea tienen mucho de leyenda, pero leyenda que tiene un sentido constructivo; son esos relatos interpretados, ideologizados, teologizados de tal manera que no son crónicas de unos hechos, no son crónicas notariales, son relatos doctrinales, enseñanzas, orientaciones acerca del cómo debe entenderse el pasado, los parentescos remotos, la evolución humana diríamos hoy.
Sin embargo el mismo Cencillo, si os fijáis en sus textos, para recalcar la autenticidad del mensaje bíblico, no tiene más remedio que hacer referencia a su anclaje histórico - la obra histórica viva… la eficacia de su presencia en la historia…- dicho de otra manera la narrativa bíblica podrá no hacer referencia “cronológica” directa a los hechos históricos puesto que se mueve en un ámbito de significación simbólico que se parece más bien a lo legendario, a lo parabólico, a lo metafórico, a lo mitológico, a lo poético, a este tipo de géneros literarios pero, paradójicamente, no puede prescindir propiamente de lo histórico porque precisamente es el lugar en donde se pone a prueba la autenticidad de la narrativa bíblica. Esta no es científica no hace referencia a hechos históricos no es filosófica; es más bien literaria, y si se quiere ponerle un apellido, con un toque de novela histórica porque hace referencia a personajes históricos, pero no relata historias propiamente en el sentido en que el historiador las entiende como historia documentada confirmada y verdadera de acontecimientos ocurridos. Por eso el texto bíblico da tanto juego a la interpretación, por eso gusta tanto, por eso hay tanta diversidad de interpretaciones y de confesiones religiosas, porque es literatura.
Por tanto, vivimos continuamente instalados en una literatura bíblica o teología sin arraigo histórico, tampoco de pura ciencia ficción pero sí una teología literaria de novela si se quiere histórica, pero con un relato que se toma muchas licencias que no son históricas como hace una novela que añade, imagina, superpone planos, niveles, conceptos, sentidos, etc. de tal manera que incluso la iconografía que estamos empleando para representar el nacimiento de Cristo, la pasión y muerte, y la resurrección posiblemente tendría que revisarse si nos atuviéramos más estrictamente a los datos históricos; aunque como es lógico tuviéramos que construir una nueva literatura o construir un nuevo relato basados en los nuevos datos históricos que hoy ya se han descubierto, sin perder lo esencial del contenido creencial, y prescindir de lo caduco, lo epocal, lo tradicional, que ya no dice nada al ser humano actual. Debe reflejar una visión bíblica del mundo actual, si no quiere terminar en el baúl de los recuerdos, que sirvió a nuestros antepasados, pero que dice muy poco a la mentalidad actual.
Empecemos por modificar el calendario. En 2025 parece que Jesús ya tenía unos 6 años. Pongamos entonces que vivimos en el 2031 de la era cristiana ¿a qué esperamos para introducir esa modificación? Y muchos otros detalles, por ej. que no nació en Belén sino en Nazaret, que no nació en un pesebre sino en su casa, que no parece que practicara la carpintería, que no era pobre (un padre ebanista con un taller donde fabricaba muebles para su distribución y venta no lo tiene cualquiera), etc. etc.
Todos estos antecedentes tienen que cambiar forzosamente el modo de imaginar “la imaginería, la iconografía, la escultura y la pintura que ha plasmado en el pasado un modo de ver a Jesús que pudo no ser real, históricamente real. Creo que merece la pena tomarse más en serio la Crítica Histórica, igual que la Crítica Filológica, o la Historia de la Redacción de los textos bíblicos, para poder extraer (exégesis) su sentido verdadero para la realidad actual. Sé que muchos teólogos lo están haciendo, no sin dificultades. Es una tarea que bien merece la pena.
Autor: Carlos Hernán-Pérez Leal
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| Imagen generada con inteligencia artificial. |

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